Leonardo Beltrán, Dirigente base Apruss San Borja
Este es un asunto que da cuenta una vez más de los alcances del reformismo pantanoso neoliberal, en este caso, mediante una menguada nueva Constitución, objetivo truncado o alcanzado en la medida de lo posible, bajo el supuesto, hecho por los cocineros, que el pueblo seguirá sometido a su mandato neoliberal, esta vez, sometido al llamado “acuerdo por la paz”, herencia indeseada de la dictadura de Pinochet y de la Constitución de Jaime Guzmán que aún nos rige. Calculan que el pueblo no será capaz con, su lucha total, de alterar el mañoso acuerdo y superar los dos tercios (la pandemia permite neutralizar la lucha). Confían en que podrán engañarlo y someterlo. Que triunfará la desunión, la dispersión, la falta de información, falta de comprensión y la falta de coraje. Piensan que al final sólo nos atreveremos a algunas escaramuzas testimoniales, pero finalmente confían en que cederemos ante la represión y el discurso cínico de la no violencia. Constatan que son pocos los que observan a cabalidad y advierten los peligros y, además, dicen que no conducen a nadie.
¿Estarán correctos sus cálculos o más bien serán sólo deseos?
Hasta ahora sigue vigente el sistema de elecciones de convencionales, el mismo que se usa para la elección de los parlamentarios, el mismo con el que la derecha, y qué decir de los neoliberales, que son la derecha y algo más, obtiene el 44 % de los escaños, con poco más de un 30 % de los votos.
Son los mismos 28 distritos, definidos cuando se modificó el sistema electoral en 2015. Listas abiertas: eso quiere decir que se vota por un individuo, y se utiliza la misma cifra repartidora D’Hondt, que es una fórmula matemática para la asignación de escaños. Lo que hace este modelo es sumar los votos por cada lista y compararlos. Obviamente el primer escaño va a la lista que obtiene más votos, y después se comienza a repartir proporcionalmente al resto de las listas.
Así mismo siguen vigente los dos tercios, la intocabilidad de los tratados internacionales (quieren asegurar el TPP), el absurdo plebiscito de salida (debería plebiscitarse aquellos asuntos en virtual empate, pero por voto popular) y la orden de que la Convención no puede ser soberana, es decir no puede ser una Asamblea Constituyente, pues al momento de establecer la forma de funcionamiento no puede modificar estas reglas impuestas por los mismos sectores políticos repudiados, que firmaron el acuerdo y que han administrado el sistema neoliberal por más de cuarenta años en perjuicio de las mayorías, es decir, la DC, el PR, el PPD, el PS, el culebrero PRO y los partidos de la Unión por Chile. Por suerte no están en este acuerdo el Partido Comunista, una buena parte del FA, de los humanistas, de los regionalistas verdes, algunos militantes de la ex Concertación y una gran mayoría del 80 % del pueblo que votó por la Convención y el Apruebo.
A todas estas adversidades se suma ahora la aparición de muchas listas diferentes de candidatos a Convencionales, lo que dispersará y no concentrará los votos, como hubiera sido mejor. Habría permitido llegar más cerca de los dos tercios. Sin embargo los neoliberales, calculando la inconveniencia de la unidad y de la convergencia, realizaron acciones tendientes a la dispersión, a mantener privilegios para cupos, a amañar la composición de los candidatos, así como a dar ínfima importancia a los contenidos de la nueva Constitución, a las propuestas, escondiendo así ladinamente su mediocridad y la realización de acuerdos secretos entre neoliberales de la derecha y de la mal llamada oposición. Tal como lo hicieron para el NO, para la promesa de la alegría que nunca llegó. Hay que reconocer, eso sí, que algunos entre los proletarios han levantado un engañoso y falaz discurso de independencia, anti político, y no anti neoliberal como debería ser. Incluso algunos superponen intereses corporativos individuales o de grupos y organizaciones (votar sólo por dirigentes sindicales, por ejemplo) o afanes de figurar, así como oportunismo histórico. Es nuestro talón de Aquiles. Debemos luchar firmemente contra estas tendencias pantanosas.
¿Quiénes colocaron estas reglas anti soberanas, antidemocráticas, si la Convención aún no se desarrolla? Los Heraldos Muñoz (PPD), Los Mario Desbordes (RN), los Carlos Maldonado (PR), los Álvaro Elizalde (PS), los Fuad Chain (DC), las Jaqueline van Ryselbergue (UDI), los Felipe Kast (Evópoli), y sus séquitos clientelares.
Ante esta adversa realidad y tan vil desprecio de los cocineros de la capacidad y disposición de lucha de quienes realmente quieren una nueva Constitución, que defina un sistema político y económico al servicio de las mayorías, un Estado popular, solidario y no subsidiario, no queda otra respuesta que la lucha en todos los frentes, Parlamento, instituciones actuales, organismos políticos y sociales y en la calle, preparando la defensa necesaria frente a la reacción de estos explotadores. Rodear la Convención para desde dentro y fuera de ella alcanzar una verdadera nueva Constitución y superar los afanes cocineros y elitistas de aquellos que firmaron el mal llamado “acuerdo por la paz”.
Deberíamos votar por aquellos candidatos que expliciten la mejor y más completa propuesta anti neoliberal, no importando si está hecha por un partido político, una organización social o un individuo o personalidad. La disyuntiva planteada, emocional y como resultado de la manipulación de conciencias, de votar o por políticos o por independientes, es parte de la tramposa postura neoliberal, una decisión irracional, una postura precisamente inducida por los mentores del neoliberalismo y por incautos para evitar que el pueblo y los proletarios se organicen en partidos políticos, organizaciones indispensables, ya que ninguna organización sectorial alcanza suficientemente una mirada integral de la universalidad de la problemática de una sociedad ya que es difícil asumir dicha integralidad en su qué hacer específico. Lo que sí debe procurarse es distinguir entre aquellos partidos políticos que asumen las necesidades populares y aquellos que defienden los privilegios de una casta minúscula, los que firmaron el acuerdo por la paz y los que no. Es cierto que no es mágica la consecución de la conciencia de las totales necesidades, la que al final de cuentas es principal pre condición para la libertad. Por eso es necesario asegurar un debate realmente participativo en toda la línea de decisión para mejorar el conocimiento y la comprensión de la realidad y de las propuestas transformadoras más adecuadas.
Para los FENPRUSIANOS y chilenas y chilenos en general es necesario exigir a cada postulante a convencional o postulante a algún cargo político una propuesta clara y completa y es un deber, de quien quiere ser libre, el conocer y buscar mediante el debate la comprensión de dicho saber. Para ello se puede invitar a militantes de partidos políticos, sin exclusiones, a prontos ZOOM para entregar una visión integral y no sólo sectorial de la nueva constitución. Luego podemos decidir en libertad.
En el poco tiempo que resta deberíamos abocarnos a estos encuentros y debates.
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