Octubre 18
Margarita Paz Araya
Vicepresidenta CONFEDEPRUS
Recientemente conmemoramos un año del inicio de una gran revuelta social, iniciada desde la rabia y el descontento por años de injusticia e inequidad. La proliferación de políticas públicas carentes de sentido social, sin resguardo de derechos esenciales para alcanzar una vida digna, sustenta la manifestación de rabia y descontento de la sociedad en su conjunto.
Sólo eran 30 pesos, pero simbolizaban 30 años, cuanta verdad en estas monedas que hacían relucir la historia de un país que fue masacrado en dictadura y que hasta el día de hoy no conoce toda la verdad ni ha visto una real justicia. Un país que no ha podido librarse del modelo imperante, ese que ha venido a mercantilizar y precarizar nuestras vidas dividiéndonos de forma permanente en ciudadanos de primera y segunda categoría cubiertos por una carta magna elaborada para oprimir, usurpar y esclavizar a quienes habitamos este territorio.
Reconocimiento a las juventudes inquietas y valientes que, una vez más desde su justa irreverencia, nos hicieron despertar y nos devolvieron la confianza en que podíamos cambiarlo todo, la convicción de que era el momento para recuperar lo que nos pertenecía y hacer valer las esperanzas de tiempos antiguos.
Por años hemos esperado políticas de Estado que den cuenta de las necesidades de las personas, de la clase trabajadora, la que no elige entre educación y salud pública o privada y que no logra un ahorro previsional millonario para una pensión digna, la que es discriminada por su raza, religión, género y/o condición sexual, por su discapacidad, esa que lucha por vivir en paz en su tierra.
Como no asentir tal revuelta si eran más de 30 años de dolor, indignación, sufrimiento y descontento. Con una clase política que desde el Congreso transaba cuotas y votos para proteger intereses economicistas y no los derechos de quienes les eligieron. Haciendo pactos entre gallos y media noche para recuperar la Paz, sin entender que ésta no regresaría hasta recuperar todo lo que se nos había robado.
Fuimos regulados con leyes para reprimir, silenciar y hacer desaparecer el grito desesperado de una sociedad cansada y doliente. Tuvimos asesinatos, muertos, mutilados, mujeres violentadas sexualmente, abusos reiterados, violación grave a nuestros derechos humanos.
Resulta imposible no extasiarse con la fuerza de la organización social para avanzar a un cambio profundo que permita construir un nuevo espacio comunitario digno, con garantías suficientes para un buen vivir. Cómo no soñar con que el cambio de nombre de la plaza central de la ciudad se concretice en nuestras vidas: Dignidad.
La pandemia vino, sin duda, a adormecer nuestro ímpetu y a retraer nuestras acciones, mas no logró cambiar nuestro sueño y resistimos su embate. Vimos con dolor como se develaban más y más históricas injusticias, donde muchos/as vivieron en primera línea, las graves falencias de la salud pública, de la educación y de la nula seguridad social. Con un gobierno y un ministro de Salud ineficientes que privilegiaron más el resguardo de la economía que la salud y vida de las personas, tomando decisiones tardías y sin garantizar su subsistencia. No fue fácil este tiempo, tiempo de resistencia.
Nos reencontramos hace un año en la calle, nos volvimos a mirar, a cuidar, a proteger. Nos confinamos, nos organizamos, compartimos un plato de comida, un aventón para el traslado, una conversación para pasar la tarde, pudimos vivenciar la fuerza de la resistencia y su origen en nosotros/as avanzando juntos/as.
Un año después volvimos, a recuperar la plaza y a cantar con fuerza, a levantar pancartas y colgar lienzos, a pintar de colores las calles y nuestros espacios. Pero ellos también volvieron, a reprimirnos silenciarnos y a cumplir las órdenes de disparar con su excusa del orden público. Con su afán de opresión y sumisión a un ordenamiento ilegitimo, sin comprender que esta revuelta sólo finalizará cuando el reconocimiento de cada uno/a de nosotros/as quede plasmado en más derechos y en la valoración de la participación de nuestros/as habitantes en la nueva Constitución Política de la República de Chile.
Han sido tiempos dolorosos, irritantes, desafiantes. Pero poco a poco los sueños y anhelos de un país más justo y equitativo ven ventanas de esperanza para alcanzarlos. Lograremos el cambio y recuperaremos nuestros derechos.